Se estima que del 15 al 20% de la población mundial es neurodivergente. Este término abarca afecciones como el TEA (trastorno del espectro autista), el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), la dislexia, la discalculia, el síndrome de Tourette, la dispraxia y, desde la perspectiva de algunos enfoques, también incluye los trastornos del estado de ánimo y de la personalidad, como la bipolaridad, el trastorno límite y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
Aunque estas terminologías suenan demasiado técnicas, ser neurodivergente no implica una patología. Se trata simplemente de una función neurológica estadísticamente menos frecuente en la población. Por lo tanto, las personas fuera de esta clasificación se consideran «neurotípicas», «normales».
Pero, después de todo, ¿qué sería normal?
«Lo que llamamos «normal» generalmente refleja solo la forma en que trabaja la mayoría de las personas», explica el psiquiatra Jose Alceu da Silva Lopes, socio director de la clínica de psiquiatría Ethos y miembro del Centro de Psiquiatría Forense del Instituto de Psiquiatría de la USP (Nufor-IPQ FMUSP). «El concepto puede incluso discutirse en términos filosóficos dentro de la psiquiatría», señala el psiquiatra. Esto se debe a que, en la práctica, con frecuencia se trata de una definición arbitraria, basada en promedios de comportamiento. La sociedad, a su vez, se organiza —social, económica y afectivamente— en torno a este patrón.
En consecuencia, tener una afección asociada a la neurodivergencia puede conllevar dificultades y negligencias, tanto en la escuela como en el entorno laboral, e incluso en las relaciones interpersonales.
¿Qué significa ser neurodivergente?
Para una persona neurodivergente, la vida cotidiana puede ser una experiencia de contrastes. Las tareas sencillas para la mayoría, como seguir una rutina estricta, hacer frente a entornos ruidosos o gestionar múltiples exigencias al mismo tiempo, pueden requerir un esfuerzo adicional y provocar una sobrecarga sensorial o mental.
Al mismo tiempo, esta forma diferente de funcionamiento también proporciona: una atención inusual a los detalles, una mayor creatividad y una intensa capacidad de concentración, es decir, cuando el tema es de interés genuino para el individuo.
Sin embargo, estas características no siempre se reconocen o valoran. En el mundo empresarial, es común que las personas con neurodivergencias se interpreten como personas distraídas, difíciles o poco colaborativas.
Como ejemplo, un artículo de Harvard Business Review nos presentó a John, que tiene dos títulos, tiene una gran capacidad matemática, habla datos y software con fluidez... pero pasó años desempleado porque no se ajustaba a los modelos tradicionales de entrevistas y comportamiento.
Para cambiar este punto de vista, la socióloga australiana Judy Singer creó, en 1997, el término neurodiversidad. Quería nombrar un movimiento que reconociera estas diferencias como una parte natural de la diversidad humana y no como algo que hay que corregir, como señaló en una entrevista con The Guardian.
El cambio cultural y la escena brasileña
«Si habláramos de ese término hace 15 años, casi nadie lo sabría, ni siquiera dentro de la propia escuela de medicina», recuerda el psiquiatra José Alceu da Silva Lopes. Graduado en la Universidad de São Paulo (USP) en 2009, dice que nunca escuchó el concepto durante su graduación. «Hoy en día, si vamos a una mesa de bar, a una reunión con amigos, la mayoría de la gente ha oído hablar de ello», señala. Para él, el mayor contacto con el tema se debe a la creciente presencia en series, películas, redes sociales e historias de conocidos. «Las personas suelen reconocerse a sí mismas a partir de estas experiencias».
Aun así, aunque la neurodiversidad se discute cada vez más, Brasil aún está en pañales en la producción de estadísticas confiables.
La buena noticia es que el censo de 2022 planteó, por primera vez, una pregunta específica sobre el diagnóstico del autismo. De esta manera, se contabilizó 2.4 millones de personas con TEA, equivalente al 1,2% de la población brasileña. En este sentido, se puede observar que la cifra se acerca al promedio internacional de 1 de cada 100 niños, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por otro lado, los números que se refieren a otros perfiles neurodivergentes aún no se han mapeado adecuadamente en Brasil. Por este motivo, el proyecto de ley 4459/2021, aprobado por la Cámara en diciembre de 2023, y ahora en el Senado, quiere obligar al IBGE a mapear el TDAH, la dislexia y las enfermedades raras en las próximas investigaciones.
Entre otros movimientos relevantes, en 2012, se estableció la Ley Berenice Piana, que reconoce el autismo como una discapacidad, como una forma de garantizar el acceso de este público a la educación, la salud y el trabajo con «ajustes razonables».
La neurodiversidad en el trabajo
En el mundo corporativo, se venera a las empresas con diferenciales. Sin embargo, cuando estas diferencias se refieren a la forma en que una persona es, actúa o piensa, a menudo se consideran un problema. En la práctica, esto se traduce en exclusión social y dificultades interpersonales en el entorno laboral.
Para ilustrar este escenario, hay una investigación La neurodiversidad en el trabajo, realizado con 12 mil brasileños. Entre los principales resultados, el cálculo mostró que:
- El 86,4% nunca participó en capacitaciones o programas sobre neurodiversidad en el entorno profesional;
- El 48% nunca ha trabajado con una persona neurodivergente;
- Entre los que han trabajado:
- El 21,4% consideró que la experiencia fue un desafío;
- Solo el 30% lo valoró como positivo.
Y aunque 75% conoce la palabra «neurodiversidad», 48,6% de los entrevistados se consideran mal informados y 25% nunca estuvieron en contacto con este concepto.
Para revertir este panorama, el 40% apuesta por crear programas de concientización y capacitación como la principal estrategia para avanzar en la inclusión. Otras medidas mencionadas también incluyen la provisión de ajustes razonables, como entornos accesibles desde el punto de vista sensorial y el uso de tecnologías de asistencia (29,3%); los programas de tutoría dirigidos a los colaboradores neurodivergentes (16,4%); y la creación de comités internos centrados en el tema (7,1%).
Sin embargo, la inclusión efectiva no se limita a las buenas intenciones. Es necesario hacer cambios concretos en los procesos de selección, en la cultura organizacional y en el diseño mismo de los espacios de trabajo.
En la actualidad, empresas como SAP, Microsoft y HPE ya están adoptando prácticas más inclusivas: entrevistas adaptadas, entornos más flexibles y soporte continuo. En este sentido, los resultados favorecen a este grupo, ya que las cifras sugieren que la adhesión a diferentes perfiles aporta más innovación, compromiso y, en casos como el de Programa HPE, hasta un 30% más rendimiento.
Cómo practicar la inclusión
Para el psiquiatra José Alceu da Silva Lopes, el cambio de perspectiva es el primer paso para promover entornos verdaderamente inclusivos. «No es necesariamente una discapacidad o una enfermedad. Es una forma diferente de trabajar, que puede tener ventajas y desventajas, según cómo esté organizado el entorno», explica. Alceu también advierte del riesgo de estigmatización, que a menudo se expresa en forma de bromas, estereotipos o interpretaciones superficiales del comportamiento.
En este sentido, el psiquiatra recuerda que, en lugar de buscar entender las causas de una dificultad, es común etiquetar a las personas neurodivergentes con apodos que refuerzan los rasgos negativos. «A veces es ese empleado el que se gana la reputación de haber sido olvidado, de estar siempre 'en el mundo de la Luna'. Y eso podría ser indicativo de TDAH, por ejemplo. Aun así, esa persona sigue contribuyendo y produciendo. El problema es que ahora se mide con métricas que pueden no tener sentido para tu perfil».
Estas prácticas, según él, terminan comprometiendo no solo el bienestar sino también el desarrollo profesional de estas personas. «No pueden ascender, no pueden desempeñarse como se espera, y esto genera una enorme frustración».
Como buenas prácticas, los psiquiatras recomiendan prestar mayor atención a la escucha y al contexto. «En lugar de buscar al culpable, la pregunta debería ser: ¿por qué se produce esta dificultad? ¿Se trata de un problema individual? ¿Del medio ambiente? ¿O la forma en que se construye esta interacción? A partir de ahí, es posible encontrar soluciones más justas y eficaces y no solo reforzar las exclusiones».
Ahora, si estás del otro lado de la mesa y estás experimentando dificultades como las mencionadas, aquí tienes algunas pautas del Dr. José Alceu.
El consejo del psiquiatra
Para las personas neurodivergentes en la vida adulta, especialmente aquellas que enfrentan dificultades en el trabajo o en las relaciones cotidianas, el primer paso es tratar de comprender lo que está sucediendo, y preferiblemente con ayuda especializada. «Por mucho que hoy encontremos mucha información en Internet, en vídeos de YouTube, textos generados por inteligencia artificial o series de televisión, nada de esto sustituye a una evaluación profesional», advierte el psiquiatra.
Esto se debe a que, según Alceu, el diagnóstico no se basa únicamente en rasgos aislados o autopercepciones. «No basta con identificarse con un aspecto u otro. Es necesario hablar con un profesional cualificado para entender si realmente existe un trastorno y, especialmente, si requiere algún tipo de tratamiento», explica.
Además, no existe un enfoque único ni un medicamento estándar para todos. Incluso en los casos de TEA o TDAH, la atención debe ser individualizada. «No hay cura, porque no es una enfermedad. Lo que hay son recursos terapéuticos que pueden ayudar, según los síntomas y las necesidades de cada persona».
Por último, además del tratamiento clínico, el psiquiatra recuerda que otras formas de apoyo pueden ser igualmente importantes. «Tal vez la persona necesite terapia, tal vez orientación vocacional, tal vez solo un seguimiento más específico. Lo fundamental es entender el caso desde un punto de vista individual, sin buscar una receta de tarta que sirva para todos».